No puedes dejar de leer esto porque te servira: Experiencias de convivencia... gracias a Marie Curie
Al casarnos, sabía que no sería fácil . La otra semana cumplo 16 años con un hombre que le cuesta pedir disculpas. Él unido a una mujer que no reconocía sus errores. La perfección no es de humanos.
El plan al casarnos era viajar, hacer el amor desenfrenadamente y ahorrar un poco. Novios viviendo juntos, después los bebés. Pero el hombre propone. Al mes de casados la inyección puesta a destiempo nos dejó ver la naturaleza . He suplicado por aquellos días confusos y ruego por que Él en su infinita misericordia me perdone. Tenía 26 años, él 27 e íbamos a ser padres.
Después de tanta incertidumbre no hubo abril más perfecto que el de 1995. Una criatura arrugadita cambió nuestras vidas. Al año y meses el sol encandiló nuevamente. Amo a mis hijas profundamente. Cuidarlas ha sido una bendición, pero no fue fácil. De bebés: biberones, médicos, madrugadas que empataban el día y a trabajar. Adolescentes ahora ,son otras nuestras atenciones. Esos primeros años me sentía sola en sus cuidados, abrumada, el sexo pasó a último plano, fui hasta descortés al rechazarlo.
Fue nuestro reto superar esos años. Aprendimos a hacerlo trabajando en ello, pero en el proceso, nos herimos, nos conocimos y nos distanciamos. Cometí el error de descuidarme: ropa cómoda y libras de más. Él sobrepasado- porque lidiar dos bebés no es fácil- hacía lo mínimo como para no oírme la boca y a la menor oportunidad se iba o llegaba tarde. Como al quinto año al darme cuenta que quizás él estaba recodando en otro muelle, opté por callar, pero con el arte femenina lo traje a casa. Nunca preguntaré quien fue.
Sé que todas la batallas no las podré ganar, debo decidir cual luchar.
Mi marido para mí es un libro abierto. El saber que nos ama más que a su vida ha primado cuando las cosas se han puesto difíciles.
Se tiene la expectativa de que el matrimonio será un eterno noviazgo. Pero no, las palabras han sido dagas. Las acciones han cuestionado el amor.
También he visto como mi marido se desprende al amoldarse a mi y yo he hecho lo propio.
Ambos luchamos, no nos rendimos a la primera ni a la segunda. Sólo abandonare si él me dice que ama a otra.
Ya no soy la hembra esa de 25 años pero trato de mantenerme.
Cometí el error de pensar que mi marido debía reconocer mis necesidades. No tiene esa sensibilidad así tengo que decirle claramente las cosas. Amén, muchas cosas se resolvieron.
Las discusiones duraban horas…yo ahí y ahí dándole vueltas al mismo punto. Ya no es así.
A veces quiere estar con sus amigos tomando. Antes me molestaba; está bien siempre que no sea todos los sábados. Yo tengo mis amigas y nos sentamos a hablar con sendas margaritas y no dice nada al respecto.
Algunos han satanizado la rutina. ¿Pero que tiene de malo ?. Yo soy feliz al regresar a casa. El que llegue primero sirve la comida, mis hijas están ahí pegadas a la computadora dizque haciendo tareas, escuchó sus historias que fulanito dijo tal cosa de tal niña…prestó mucha atención por que así las conozco. Ambas me desarrollan elaboradas historias para terminar pidiéndome permiso para ir a casa de alguna amiga. Una hablando a borbotones la otra es más callada. Los trastes, llega mi esposo a veces con Mc Donald’s u otra chuchería ya comieron pero comen de nuevo a pesar mío. No he logrado como en la “Familia Ingalls” que comamos juntos pero bueno. Ellas para su cuarto nosotros al nuestro. Hablamos, vemos televisión acostados por supuesto que no hay ese sexo glamoroso a diario -cumplidorcito no más ha sido muchas veces- pero el sentir su respiración a mi lado y saber que mis hijas duermen seguras me hacen la mujer más feliz de esta Tierra. ¿Rutina? pues a mi me gusta.
¿Sexo? Ha sido de valles y colinas. Tenemos una ventaja ahora, nuestras hijas ya están grandecitas así que desde hace unos 8 años tuvimos un segundo aire y tratamos que no decaiga. Nos vamos fines de semana solos a la playa, nos escapamos a hoteles, nos aturdieron las luces del sex-shop…compré una cosita.
Luego de hacer el amor se acomoda en mi pecho que ya no tiene la firmeza de mis veinte pero sigo escuchando lo que dice siempre:
“ mami …¿no lo sientes?..yo soy tuyo”.
¿Estoy acostumbrada a él?. Sí. ¿Está acostumbrado a mí? Si. ¿Qué tiene de malo eso?
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